110 años de ternura y compromiso: la llama encendida de la Sociedad Protectora de la Infancia
Existen instituciones que no se construyen únicamente con ladrillos ni con estatutos legales, sino con actos de amor repetidos en silencio, día tras día, durante generaciones. La Sociedad Protectora de la Infancia de Esquina es una de ellas. A lo largo de 110 años, esta entidad ha tejido su historia con el hilo invisible de la solidaridad, transformándose en un verdadero símbolo de lo que una comunidad puede lograr cuando el bien común es el motor que guía.
6/18/20254 min leer


Desde 1914, cuando comenzó a funcionar en un modesto espacio junto a la iglesia, esta institución ha tenido un único objetivo: cuidar a los niños. Y lo ha hecho con gestos tan simples como poderosos. Servir una taza de leche caliente con algo para acompañar —una galletita, una factura, una masita— puede parecer pequeño, pero para quien recibe ese gesto, representa contención, pertenencia y afecto. En cada sorbo, hay un mensaje: "no estás solo, importás".


La historia de “La copa de leche”, como tantos la conocemos, no es lineal ni fácil. Se ha mudado, ha buscado refugio en distintos espacios de la ciudad, ha tenido que gestionar subsidios, sostenerse con donaciones, reinventarse. Pero en ese recorrido ha demostrado una resiliencia admirable. Hoy funciona en su sede propia, adquirida en 1955 gracias al esfuerzo de su comisión directiva y al acompañamiento de la provincia. Su personería jurídica número nueve, obtenida en 1920, habla de una antigüedad legal que pocas entidades pueden mostrar, y su documentación, siempre al día, es prueba de un compromiso ético firme y constante.


Esta longevidad no se explica solo por una estructura sólida o por ayudas económicas —que han sido fundamentales—, sino sobre todo por el amor constante de quienes la sostienen. Hay subsidios, sí, pero también hay algo que no puede medirse en números: la generosidad diaria del pueblo. Pan, telas, caramelos, libros, tiempo. Lo que sea que alguien tenga para ofrecer, encuentra su lugar en esta institución. Porque todo suma cuando el objetivo es tan noble como dar contención y herramientas a la infancia.


El festejo de este 21 de junio no es solo una celebración de años cumplidos. Es, sobre todo, un acto de reconocimiento. En ese corte de calle, en los juegos, en el chocolate y en las canciones, vibrará una historia que ha sido escrita con esfuerzo silencioso. El himno compuesto especialmente para la institución es mucho más que una canción: es un abrazo colectivo a quienes estuvieron, están y estarán. Es una forma de decir “gracias” y de renovar el compromiso hacia adelante.


También hay desafíos. El más grande, quizás, es la dificultad de encontrar manos dispuestas a continuar la tarea. Donar tiempo es hoy una de las formas más difíciles de solidaridad. Sin embargo, aún hay quienes lo hacen, sin salario, sin aplausos, por la única razón de que creen en el valor de esta obra. La biblioteca que funciona en la institución, sostenida con esmero por dos personas sin remuneración, es un símbolo claro de esa entrega.


Recordar a las mujeres que lideraron esta institución a lo largo de las décadas es también una manera de honrar el tejido humano que ha mantenido viva a la Protectora. Nombres que resuenan en la memoria esquinense, que fueron pioneras en tender puentes hacia los más pequeños y vulnerables. Su legado está vivo en cada niño que cruza esa puerta, en cada taza servida, en cada taller que les da voz y herramientas.


Al mirar estos 110 años, la Sociedad Protectora de la Infancia no se ve como un pasado que se conmemora, sino como un presente que se defiende y un futuro que se construye. Es un faro en el corazón de Esquina, una llama que no se apaga porque sigue encendida en los gestos más humildes y profundos. Su existencia nos recuerda que la infancia es un territorio sagrado, y que cuidarla es una tarea de todos.


En tiempos donde muchas instituciones tambalean, la Protectora se sostiene con una fe inquebrantable en la comunidad. Porque nació de la caridad, ha perdurado por el amor, y solo podrá proyectarse si cada uno asume su parte en este legado compartido. Que nunca le falten manos, ni corazones, ni voces. Que Esquina siga encontrando en esta institución el espejo más claro de su alma solidaria. Porque donde hay una taza de leche ofrecida con ternura, hay esperanza. Y donde hay esperanza, todo es posible.-
Dirección de Cultura.
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